Día #15

Muy recuperados despertamos en la iluminada y tibia habitación del hostal en San Pedro, muy cerca de la plaza de la ciudad. El desayuno está listo.
El recorrido por el pueblito nos quita, en parte, la mala impresión del primer día. El cosmopolita San Pedro nos mostraba sus calles empolvadas, su plaza típica del campo chileno, y sus casitas de adobe, la mayoría refaccionadas por dentro.
El interior de la famosa Iglesia nos maravilla por su simpleza. El entablado es similar al de la Iglesia de Olivar y el cielo es de madera de espino. Se nota que se cuida y se embellece.
Algunos feligreses oran y no está permitido sacar fotografías. Me parece muy bien.
Comienza la busqueda de almuerzo. Encontramos el más barato imaginable. Pescado frito con ensaladas, arroz y papas fritas para mí. Silvia escoge Papas mayo en lugar de las fritas.
Nuevamente a contratar tour. Esta vez a Valle de la Luna y Valle de la Muerte.
A las 4 de la tarde estamos en una van que nos llevará a nuestros destinos. 7 Chilenos, 2 alemanas y 2 holandeses. El tour es en español. Las alemanas hablan perfecto nuestro idioma. Los holandeses están colgadísimos.
Visitamos el mirador del Coyote, que tiene vista al valle ídem. Luego nos internamos en un treking a través del Valle de la Muerte. 45 minutos bajo un sol indolente que por tanto tiempo ha visto las transformaciones de este valle sin vida a causa de la erosión. Algunos hacen Sandboard. Pienso que debí haberlo pensado antes y aventurarme con una tabla.
El sendero se hace estrecho y comenzamos a internarnos entre cerros que se elevan deformes sobre nuestras cabezas.
El guía nos espera al final del trayecto. Nos lleva a pagar la entrada al Valle de la Luna, lugar donde hay un «museo» que da verguenza por lo poco de museo que tiene y por la mala info que prestan, errores ortográficos incluidos.
Salimos del bodrio y nos adentramos, por fin, en el valle. Efectivamente es hermoso el paisaje con formaciones rocosas muy sugerentes. Llegamos a un lugar muy parecido a los cañones de los western en donde se puede apreciar la Gran Duna y el anfiteatro. (Me imagino es anfiteatro con Pink Floyd tocando). Continuamos y llegamos a una formación llamada las 3 marías, de las cuales quedan dos porque a un turista se le ocurrió que tenía que tomarse una foto abrazado a una y la derribó. 17 mil dolares y una PLR le costaron la gracia.
Una pequeña mina de sal petrificada, unas ruinas de un supuesto campamento y el desierto.
Nuestro guía nos lleva a finalizar el tour con la puesta de sol en un mirador que está camino a Calama y es menos turístico que la Gran Duna, el lugar donde todo el mundo ve el ocaso.
Como podrán imáginar, la posición era igual de turística que la Gran Duna, pero le quedaba más cómoda al chofer para el regreso al pueblo. En Fin, este es el último hito de nuestra aventura que nos llevó a recorrer tantos lugares y conocer tantas cosas nuevas. Lo que queda es un viaje de 25 horas a través de todo el norte para llegar a nuestro hogar (Rancagua).

Día #14

4 AM. En la oscuridad nos levantamos rápidamente para emprender la última parte de nuestra ruta, que nos llevará a ver los geisers de Sol de Mañana, las Aguas Termales, la Laguna Verde y el Volcá Licancabur, en la frontera con Chile.
Luego de una hora de camino, llegamos a nuestra primera parada, el campo de geisers Sol de Mañana, que nos retrotrae a tiempos prehistóricos y nos muestra que este planeta es un ente en constante movimiento y transformación.
Vapor y Azufre penetran nuestros sentidos mientras observamos lava de varios colores en cráteres de diversos tamaños. Comienza a amanecer y el espectáculo adquiere una dimensión nueva atravesado por los primeros rayos del sol. Flashes van y vienen entre los vapores, no nos restamos.
Excitadísimos partimos hacia la segunda estación de este día magnífico, las aguas termales. Con el sol despuntando en el cielo y con una piscina a 37 ºC frente a nosotros, no queda más que meterse al agua en esta piscina multicolor y multicultural.
Después de media hora, Agustino ya tenía el café con leche caliente, queque, pan y galletas para el desayuno. No pasaban de las 8 de la mañana.
Ultima parada en Bolivia, la laguna verde vigilada por el volcán Licancabur.
De inmediato nos llama la atención el hecho de que no hay flamencos en esta laguna tan bella. Agustino se apresura a explicar que esta laguna es tóxica y no permite vida por su alta concentración de Arsénico, que entre otros minerales, le da su coloración verde.
El lugar es maravilloso. Ver el volcán reflejado en aguas con esa intensidad de color bajo un cielo despejado y un aire tan puro, nos deja con el corazón agitado.
Luego, la despedida. Llegamos a Hito Cajón, lugar desde donde ingresaremos a Chile como está planificado. La foto oficial que reune al grupo con un dejo de tristeza. Intercambio de mails y sinceros deseos de bena suerte, buen viaje, que lleguen bien. Nos despedimos y a esperar para ingresar a nuestro país, con una rara sensación (esto se explica porque nunca antes había «entrado» a mi país).
El cambio se nota de inmediato. Caminos perfectamente asfaltados y casi adornados con señaléticas y vías de emergencia.
Luego de unos 45 minutos llegamos a San Pedro de Atacama.
Es tal como lo imaginaba pensé. Al segundo estábamos sentados frente a un fanfarrón que nos ofrecía un tour que incluía hasta coctel, que el grupo era restringido y seleccionado, que la agencia era casi de elite….. de que me habrá visto cara este cabrón?
No terminábamos de salir de la oficina del fanfarrón cuando un chico se nos acerca a ofrecernos los mejores precios en finos almuerzos que seguramente no encontraríamos en ningún otro lugar: 6000 pesos chilenos, casi US$10. Nuevamente pienso que me han visto la cara. Lo evitamos casi sin hablar, intuyendo que lo peor no había llegado aún.
En una casa de cambio tuve mi tercer shock. Me había quedado con una cantidad importante de Bolivianos en el bolsillo. Lamentablemente las agencias de cambio en San Pedro funcionan como un Cartel que me dejó con al menos 10 mil pesos menos….
Ya no estaba tan impresionado cuando busqué alojamiento….
En fin. Después de aclimatarme al mercado, contratamos un tour a Laguna Cejar, Ojos del Salar y Tebinquinche, donde veríamos la puesta de sol con Snack y piscola.
Laguna Cejar tiene 3 veces la concentración de Sal que tiene el mar muerto, lo que te hace flotar sin mayor esfuerzo. La experiencia es genial. Al salir te secas muy rápido por la acción del viento y aparecen sendas costras de sal por todo tu cuerpo, sin contar con que tu traje de baño se vuelve un cartón. Solución: Agua Dulce.
Segunda parada, Ojos del Salar. Extrañas excavaciones en medio del desierto. Casi idénticas. El pseudoguía atribuía estas formaciones a extraterrestres (con la misma liviandad con la que estimaba las profundidades de las lagunas: Entre 30 y 100 metros, JAJA)
Nuevamente chapuzón para aprovechar de enjuagarse la sal.
Finalmente, el salar Tebinquinche, que recorrimos hasta su extremo embellecido por algunos centímetros de agua que daban al atardecer un tenor celestial.
Luego papas fritas, maní y Piscola (que no aceptamos, por ser de pésima calidad) para ver el atardecer.
Después de un largo recorrido, llegamos nuevamente a San Pedro, de noche, sólo con ganas de dormir mucho, mucho tiempo.

Día #13

5 y 30 AM. Está a punto de amanecer. Soy el primero en correr a la ducha. Medio dormido le pregunto a una niña asiática (japonesa, parece) cómo lo hago para bañarme. Obviamente no entiende un carajo.
Le repito en mi precario inglés pero definitivamente no sabe quién está a cargo.
Logro ducharme en medio de la oscuridad. Salgo rápidamente a ver la salida del sol. Silvia está recién levantándose.
El sol no acaba de salir y ya la temperatura se torna agradable.
El desayuno nos da energías para pensar en este largo día, que comenzará con una pasada al pueblo San Juan de Rosario, para comprar lo que haga falta. Nuestros amigos argentinos olvidan su cámara y una chaqueta. Che Boludo, repite Agustino en tono de broma. Por suerte, alguien tomó las cosas y las guardó.
Nuestra vista se dirige ahora hacia el Volcan Ollagüe, en actividad.
Pasamos por el Salar de Chiguana, dominado por el cerro del mismo nombre, el cual bordeamos. Luego de un rato, comenzamos a tomar altura en el camino. Llegamos entonces al mirador de los volcanes, desde donde se pueden apreciar los volcanes circunantes en todo su esplendor. Este mirador tiene formaciones rocosas que de por sí dan para imaginar el valle de la luna. Es maravillosa la variedad de formas que adoptan los montículos a nuestro alrededor. Sacamos fotos, por supuesto.
Nuestro próximo objetivo es visitar las lagunas donde se encuentran los diferentes tipos de Flamencos: Andino, Chileno y Flamenco de James. Las lagunas son Cañapa, Hedionda, Honda, y Colorada.
En el desierto de Siloli conocimos, envueltos en un viento arrasador, el Arbol de Piedra, formación rocosa que, gracias a la erosión, desde cierto ángulo parece un arbol.
La laguna colorada es parte del parque nacional Eduardo Avaroa, héroe boliviano que está emparentado con Chile a través del extinto Andrónico Luksic Avaroa (Espero no equivocarme en este dato).
En laguna colorada alojamos en un refugio básico. Con luz pero sin enchufes, con un techo de saco bajo latas de zinc. Nuevamente tomamos el esperado café con leche y luego la cena frente a la tormenta eléctrica que avanzaba y que hacía que el techo tuvirera ganas de volar. Esta vez hubo vino de mesa argentino para la cena, lo que agradecimos profundamente.
Esta vez a dormir muy temprano luego de un cigarrillo bajo las estrellas.

Día #12

Sentados frente a Quechua Connection y esperando la salida al Tour a través del Salar de Uyuni conocemos a Agustín y a Matilda, una pareja de Rosarinos.
Más tarde conoceríamos a Michel y Valentina, venidos desde el sur de Francia y que desde el 8 de diciembre estaban recorriendo Sudamérica.
Finalmente llega el transporte. Nuestro Chofer-Guía-Chef es Agustino, con 11 años de experiencia en estas lides. Confianza Total.
Nuestro vehículo es una Toyota 4×4 al igual que casi todos los vehículos que hacen tour al salar.
El recorrido empieza en el cementerio de trenes. En el pasado hubo en Uyuni un taller donde se reparaban los trenes que circulaban entre Bolvia y Chile. En la ruta Uyuni Antofagasta, para el transporte de Minerales, principalmente Plata.
El lugar es muy sobrecogedor por la desolación que inspira. Pensamos que no durará mucho ya que no hay cuidado alguno por parte de las autoridades y se ven muchos rayados en las viejas latas. Desde improbables ecuaciones frmadas por «Einstein» a firmas de bandas grafiteras.
Luego, parada en la casa de Agustino mediante, nos drigimos a Colchani, pueblito que se dedica a la extracción, procesamiento y comercialización de la sal. Además tienen, como no, su cuota de turismo. Venden un montón de artículos delicadamente tallados o moldeados en Sal.
Obviamente nos hicimos de un par de candelabros y un par de joyeros.
Agustino nos lleva a los Ojos del Salar, provocados por las aguas salobres subterraneas de lo que fue un lago (Tauca).
A orillas del Salar se construyen diversos hoteles de Sal. Dentro del salar sólo queda uno y es únicamente para visitar de paso, por un tema medioambiental (Qué hacer con los desechos?). Este hotel está integramente construido de sal sobre una base de cemento que permite que no se lo lleve el agua. Adentro hay habitaciones,camas, Mesas, sillas, esculturas… todo de sal.
La siguiente parada es la Isla Incahuasi, o isla del pescado, por su forma. Esta isla es parque nacional y tiene un sendero bastante empinado que lleva a la cima y permite una visión panorámica del gran desierto blanco. También tiene acceso a unas cavernas por uno de los costados de la Isla. Todo muy bien.
En este mismo lugar nos sentamos a almorzar. Quinoa, Carne de Alpaca, tomate con pepinos y Coca Cola. De postre, bananas. Todo muy rico.
Luego en la tarde, emprendios viaje hacia un costado del salar, a un pueblito que se llama Puerto Chuvica, donde alojaríamos en un Hostal de Sal. Llegamos acompañados de unos granizos de unos 3 cm de diámetro que dieron paso a una lluvia torrencial que duró acaso una hora.
La sobremesa junto a nuestros compañeros de viaje fue sumamente entretenida. La facilidad de Valentina para el idioma castellano dio paso a la incorporación de nuestros compañeros europeos a conversar sobre distintos problemas y situaciones que ocurrían en nuestros respectivos países.
Hablamos del trabajo, de las carreteras, del turismo, del nivel de vida, de los gobiernos, los movimientos sociales, historia. En fin, un agradable momento intercultural.
Luego a dormir en nuestras camas de sal con el viento amenazante sobre nuestro techo de barro y paja, que por lo demás, nos regalaba una agradable sensación térmica.

Día #11

El viaje entre La Paz y Potosí ha sido peor de lo que esperábamos. Los asientos erán cómodos. Sin embargo, a poco andar el bus paró por cerca de media hora sin siquiera haber salido de la ciudad. Luego, hicieron subir más gente que se acomodó en el pasillo, incluso una mujer con bebé. Lamentablemente, los que nos tocaron al lado no olían de lo mejor. Además, tras nuestros asientos (que eran los últimos) se instalaron unos niños a dormir. Reclamos al auxiliar al que no le entendíamos nada, molestia generalizada y también pena por las condiciones en que hacían viajar a esas personas, incomodándonos de paso.
Después supimos que el auxiliar les había mentido diciéndoles que en una o dos horas accederían a asientos.
Logramos conciliar el sueño, pero el bus tuvo problemas durante la noche y paramos al menos 3 veces en la carretera. El viaje duró 12 horas. finalmente llegamos a Potosí. A pie nos trasladamos a un sector desde donde salen las micros a Uyuni. Nuevamente compramos los pasajes y salimos al centro de Potosí a tomar desayuno y a conocer.
Lo poco que pudimos ver. Una bonita arquitectura que daba cuenta de las épocas en que el Cerro Rico daba plata para Bolivia y para todo el Virreynato del Perú, incluyendo a Chile. Tomamos desayuno en una esquina de la plaza en un lugar muy bonito pero que -Sorpresa- no tenía agua en el Baño.
Recorrimos las estrechas calles, conocimos algunos lugares de interés, como la Casa de Moneda y la Catedral, tomamos fotos de Cerro Rico y entramos a la Municipalidad. Lo malo, la contaminación producida por el transporte público. Este transporte, al igual que en La Paz, está constituido por Minibuses y Furgones viejísimos que llenan la ciudad de un humo muy tóxico. Sin bromas, es mucho peor que el centro de Santiago.
De vuelta a esperar la micro. Nos subimos y constatabamos que no cabíamos en los asientos. Ni de Frente ni de ancho. En mi caso, la manilla para reclinar el asiento -Que no funcionaba, obviamente- quedó enterrada en mi muslo derecho. Todo el camino.
El viaje duró siete horas. Entre paradas para comer choclo con queso, empanadas de vegetales y huevo, bajar y subir pasajeros (no quiero ser majadero, pero estos pasajeros eran en su mayoría gente de campo y olían muy mal), mareo y paisajes hermosos, llegamos a nuestro destino, Uyuni.
Uyuni es una ciudad de unos 12 mil habitantes. Tiene casas pequeñas y caminos de tierra. Algunas calles son de adoquines. Tiene una plazita donde se concentran los restaurantes, pubs, hoteles, hostales y agencias de turismo. Nos quedamos en uno de los hoteles de la zona y contratamos el tour al salar con conexión a San Pedro en la agencia Quechua Connection. Cenamos Spaghetti y Lasagna. A dormir.

Día #10

Gran desayuno en el hotel Mirador de Copacabana, incluye café, leche, jugo de mango recién hecho, pan, frutas…
Listos para comenzar el largo viaje a nuestra próxima marca en el mapa. Salar de Uyuni.
Tomamos una micro muy rancia y maloliente con destino a la ciudad de La Paz. Luego de 3 horas ingresamos a El Alto, mítico lugar sobre la ciudad símbolo del descontento social y un ejemplo de como la pobreza puede llegar a crecer tanto como para convertirse en ciudad.
La Paz se ve hermosa desde lo alto. Enfrentamos la ciudad con espectativas más altas que las que albergábamos hasta el momento. Se ve una ciudad moderna, con edificios y muy extendida desde el centro hasta la cumbre de los cerros que la circundan. Es, en efecto, una ciudad en medio de la montaña.
Tomamos un taxi al terminal para arreglar cuanto antes nuestra salida hasta Potosí. Este terminal es hermoso y muy moderno, tiene una arquitectura que nos hace recordar la Estación Central, en Santiago.
Conseguimos boletos para las 20:30, viajaríamos toda la noche. Esto nos daba tiempo para almorzar y recorrer la ciudad con cierta holgura.
Lo primero es conseguir un mapa y que nos dateen los lugares donde podríamos ir considerando nuestro margen de tiempo.
Decidimos no ir a los múltiples museos que se nos presentaron y preferimos caminar por la ciudad hasta su centro, la Plaza Mayor. A su alrededor, el palacio de Justicia, el Palacio Legislativo, la Casa de Gobierno y la Catedral. Todos símbolos de poder temporal.
Las calles de La Paz son estrechas, en subida y con un tráfico importante. Gran parte de este tráfico lo conforman minibuses o furgones de locomoción colectiva, unos cuantos taxis y el resto vehículos particulares. Los menos, sin duda.
Siendo las 2 y media de la tarde no encontramos comida en ninguno de los restaurantes que nos dieron confianza. Simplemente no quedaba.
Terminamos en una comida rápida de pollos fritos. chatarra pura.
Luego, pensamos en adquirir algún libro pero los precios no estaban para nosotros en las librerías establecidas. Ergo, a la calle a mirar los pirateados. Silvia se llevó El León, La Bruja y El Ropero. Por mi parte, me decidí por Travesuras de una Niña Mala, de Vargas Llosa (A estas alturas, estoy a punto de terminarlo, lo presto cuando quieran).
También recorrimos algunas partes de la ciudad donde abundan las ferias artesanales, la iglesia de San Francisco, la calle peatonal, etc.
Al volver al terminal aún falta una hora para nuestra partida. Considerando que el viaje es de 10 horas, compramos suficiente agua y comida para aguantar.

Día #9

Llueve en Puno.
Esta es una ciudad fría y algo fea.
Todo a medio construir. Todo en ladrillo pelado.
Las calles son algo sucias. No es del todo turístico.
Nos recogen a las 9 para ir a visitar las Islas Flotantes de Los Uros.
Estas islas están como a 7 km hacia dentro del lago Titicaca. Están construidas de totora (Las raices de la totora bajo el agua y sobre éstas los tallos). Los Uros son gente que, según la historia de la guía, no quiso nunca someterse a los pueblos que dominaban esta parte del altiplano. Por eso, no encontraron mejor opción que vivir en sus embarcaciones de totora, luego estas embarcaciones derivaron en islas flotantes.
Bajamos en una isla y nos explican la forma de vida de los Uros. Todo es totora. Totora para todo. Hasta sirve para el dolor de guata. Obviamente nos hacen comer del tallo. Nada mal.
Jony es un Uro que nos invita a conocer su casa de Totora con un televisor blanco y negro que se alimenta de electricidad producida con Energía solar gracias a unos paneles solares gentileza de Alberto Fujimori. Jony nos hace ver su gratitud a este gran presidente.
Luego nos suben a una balsa de totora y cruzamos a otra isla. Nos cantan canciones de despedida en quechua, aymara y español.
De vuelta en tierra a almorzar y a tomar el bus a Copacabana, en territorio boliviano. 3 horas de viaje en que conocimos a Hernán, un Chileno de Conce que se separó de sus amigos sólo para viajar a la Paz, a conocer. Volverá a Chile luego de ir a esta ciudad.
Copacabana es un villorrio pequeñíto con unos bonitos hoteles de 5 pisos. El Colonial, El Andes y El Mirador, donde nos quedamos.
La vista al lago es bellísima, al igual que el hotel. Descansamos y decidimos salir a conocer Copacabana.
De tanto darnos vueltas entramos a un local a comer pizza y tomar cerveza. Anuncian música en Vivo. Nos atiende Andrés, un chileno que hace un año salió a mochilear y se quedó a vivir en Copacabana.
Le pregunto que onda y me dice que es un buen lugar para vivir. Aunque cree que pronto se irá para seguir recorriendo otros lugares.
Llega la música en vivo. Son unos mochileros que viven en la playa. Argentinos (acá son mayoría), que tocan rockandroll. El grupo se llama Curtite, chucky y Pegamento. Curtite toca la guitarra y canta, Chucky y Pegamento beben y esbozan algunos coros desabridos.
Nos vamos al hotel, es tarde. La tormenta electrica ahora está frente a nosotros. Es posible ver los rayos alzarse a las nubes y el estruendo del trueno remece nuestra habitación.

Día #8

Domigo temprano en Cusco. Petardos hacen explosión a cada momento a partir de las 6 de la mañana.
La fiesta de la virgen de Horocondo comienza temprano. Diviso montones de gente mientras me dirijo al terminal terrestre a averiguar por los pasajes a Puno.
De vuelta en la pensión ordenamos nuevamente las mochilas y nos unimos a la muchedumbre para ver el desfile de la policía, los militares, los funcionarios del poder judicial, los funcionarios bancarios, etc, etc.
Nos perdemos entre la multitud. Me meto a la catedral buscando a Silvia. El templo es hermoso, lleno de capillas para santos y vírgenes de todo tipo. Los decorados brillantes resaltan a la vista en todo su esplendor. Es gigante. La plata brilla en el altar.
Reencuentro con Silvia, sacamos fotos, grabamos videos. Hay danzas locales, disfrazados, monos, niños, chapitas de la virgen por una colaboración voluntaria, que sea sobre el sol, eso sí.
Almorzamos en una Pollería al costado de una plaza. Barato. Un octavo de pollo con papas y buffet de ensaladas. Sin jugo ni bebida.
Para bajar el almuerzo, un último recorrido por las ferias artesa de la ciudad. Ya nos comenzamos a despedir de Cusco.
El bus a Puno sale a las 15 horas. Es un bus sin baño y lleno de gente que no olía a Chanel nº 5, precisamente.
Para agravar la situación en este viaje de 7 horas, el auxiliar pone unas cumbias del sur de Perú que están de moda. Mezcla de Bailanta, Andino y electrónico con una voz chillona y picante.
Silvia casi está tirando la toalla.
Luego de 3 horas de tortura, nos aclimatamos al olor y la radio se apaga.
Comienza un espectáculo natural que nunca habíamos visto: una tormenta eléctrica sobre los cerros y en dirección del lago Titicaca.
Cientos de rayos iluminan el paisaje y hacen la noche día.
Con esta grata compañía llegamos a Puno cerca de las díez de la noche. Nuevamente Hostel, agua caliente y tv. Eso sí, reservamos tickets para pasear por las Islas Flotantes de Los Uros, frente a Puno.
Eso es mañana.

Día #7

Hoy es día de descanso, de relajo.
Nos levantamos a las 10 y nos encaminamos a las termas de Aguas Calientes, que están por la misma calle donde nos alojamos a 10 minutos en subida.
Hay varias piscinas con distintas temperaturas y por supuesto probamos la más caliente al principio.
El lugar está adornado con murales que explican el origen de estas termas y del ecosistema que las rodea.
También está el adorno infaltable: Un buen número de argentinos.
Frente a las piscinas pero en el nivel superior hay un bar y el dueño es Carlos. Tu levantas la mano y Carlos te atiende y te puede traer whisky, Pisco Sour Tequila o lo que quieras. Incluso sandwiches. Todo sobre 15 soles.
Disfrutamos mucho de estas termsa y nos relajamos pensando en la segunda mitad de nuestro viaje. Cuando ya nos aburrimos y mi piel parecía pasa, nos fuimos a buscar un lugar para almorzar.
En Aguas Calientes hay muchos restaurantes que ofrecen menús o platos a la carta y ninguno baja de los 15 soles, más el impuesto por el servico (10% obligatorio que no es propina). Gracias a un dato de nuestras compañeras chilenas llegamos al Mercado.
En este lugar, se venden carnes, frutas, verduras y artesanías en el primer piso. Nos llamó la atención una fruta que se llama Pacay, que que se parece a los porotos (sin desgranar). Dentro tiene una esponja blanca comestible y una semilla negra. Por supuesto pensé que la semilla era comestible y no dudé en masticar. Un policía me dio el dato de que estaba al revés.
Subimos pues al segundo piso en busca de un menú de 6 soles (1 sol = 200 pesos) y nos encontramos con una preparación única, el «Especial».
Esta preparación es a base de frutas: Papaya, Manzana, Piña, Jugo de Zanahoria. Se le agrega miel, otro jarabe que es extracto de un fruto, leche condensada, huevo y una cusqueña negra.
Con este juguito no pudimos ni almorzar, es ultra poderoso!!!.
Luego de reposar, nos fuimos en busca de nuestras mochilas y a esperar el tren que debe partir a las 17 horas en servicio Backpacker (mochileros).
Nuestros compañeros de viaje en el tren son dos doctores algo viejos, uno peruano y otro alemán. El peruano nos contó que andaba acompañando al alemán y a su esposa en un viaje a través de todo el país y que estaban a la mitad y que estaba muerto de cansancio pero era una especie de vuelta de mano por el tiempo que él pasó en Alemania. En fin, nos contó que había hecho el mismo viaje a Machu Picchu hace 35 años con su amigo alemán, esa vez sin la esposa de éste que no se notaba muy amigable (por algo la dejaron en otro asiento con otras personas).
A las dos horas de viaje lo impensado. Una roca del porte de un auto cayó a las vías desde el cero. Una hora de detención al menos nos dice el personal del tren. Nuestro amigo peruano estima que pueden ser hasta seis horas. Todo el mundo al bar del vagon, todo el mundo al baño del vagón. Después de una hora la cuadrilla que vino de Ollantaytambo a sacar la roca lo logra.
Pudimos ver la roca al lado de la vía. Era gigante. Trato de tomar la foto del año, pero sólo tomé la base de la roca y los pies de un hombre de la cuadrilla.
Una hora y media más de viaje y llegamos a la estación de Poroy, una antes que las estación de Cusco. Nos bajamos rápidamente a abordar una micro que nos dejaría en 15 minutos en la plaza de Cusco, a diferencia del tren, que lo hacía en al menos una hora.
Por fin en Cusco, a descansar. Llegamos a la Posada del Viajero. Agua Caliente, baño privado y acceso a Internet.

Día #6

5:00 AM. Después de una noche de mal dormir provocado por la ansiedad de lo que nos esperaba este día nos dirigimos a la estación de bus donde tendremos que tomar un bus que nos llevará hasta las ruinas en un viaje de media subiendo una montaña empinada a través de la vegetación selvática.
Todavía está oscuro pero se empieza a vislumbrar el amanecer. No nos sorprende la cantidad de gente que espera el bus al igual que nosotros con la esperanza de estar lo más temprano posible en las ruinas, ver el amanecer y poder ser uno de los 400 que suban el Wayna Picchu, el monte que se ve más alto en las postales. Yo voy casi sin esperanzas al ver la cantidad de gente que nos antecede (13 buses de 30 personas, más los que partieron a pie desde antes de las 4 AM).
La entrada a las ruinas es ordenada, pero siempre hay algunos que se pasan de listos, como los guías que hacen pasar a sus grupos «a la buena».
Por fin, el premio. Las ruinas asomaban entre la bruma y comenzaba a amanecer. Armados sólo con un mapa de la ciudadela nos dirigimos al final de inmediato, a la fila que esperaba para subir al Wayna Picchu en dos turnos de 200 personas cada uno. En la fila la mitad es de Argentina, así qeu el cho cho y más cho se repitió hasta el cansancio.
Después de una hora de espera empezaron a pasar los turistas que habían llegado primero con su ticket para subir en el segundo turno y nos decían que ya no quedaban más ticketes.
Seguimos esperando. Nos numeran. 182 y 183, listos para subir. A silvia le da un poco de miedo al ver la altura del monte y al constatar que la subida es a base de escalas al borde de un precipicio. Igual le tengo fe. Sé que llegaremos.
Comenzamos el ascenso y casi después de 2 horas estábamos en la base de las ruinas de la cima del Wayna. Justo en ese minuto las nubes bajo nosotros se comenzaron a disipar y lentamente la ciudadela apareció en todo su esplendor. Locura total. Lo impensado, considerando la gran nubosidad, sucedió.
Fotos por todas partes. Alegría en todas las caras cansadas.
La emoción fue grande en nosotros al contemplar desde tal altura la ciudadela.
Luego continuamos subiendo un tramo para llegar a la cima del monte. A partir de ahí, un descenso peligroso pero con las energias renovadas por el espectáculo.
Muertos en la base del monte, aún nos queda visitar la ciudadela. Comienza a caer una lluvia tibia que nos refresca después del esfuerzo. Comenzamos a pegarnos a los grupos con tour y guía para empezar a saber de qué se trata todo. Después de un rato ya caminabamos nuevamente libres sólo con nuestro mapa. A todo esto, este no era «nuestro» mapa. Nos lo prestaron unas chilenas (Carmen y Diana) con quien nos habíamos acompañado desde Cusco.
Al fin del recorrido, en la parte más alta de la ciudad tratando de conseguir la postal típica de las ruinas, la lluvia arreció y decidimos que ya era suficiente. Bien recorrido todo y bien disfrutado, tomamos nuevamente el bus para descender mojados y felices hasta Aguas Calientes.
Nuevamente subir por las calles, recuperar mochilas, conseguira hostal, regatear, no hay luz, dormir un poco, llegó la luz, lavar la ropa, salir a comprar una pizza y dos Cusqueñas y a descansar.