Muy recuperados despertamos en la iluminada y tibia habitación del hostal en San Pedro, muy cerca de la plaza de la ciudad. El desayuno está listo.
El recorrido por el pueblito nos quita, en parte, la mala impresión del primer día. El cosmopolita San Pedro nos mostraba sus calles empolvadas, su plaza típica del campo chileno, y sus casitas de adobe, la mayoría refaccionadas por dentro.
El interior de la famosa Iglesia nos maravilla por su simpleza. El entablado es similar al de la Iglesia de Olivar y el cielo es de madera de espino. Se nota que se cuida y se embellece.
Algunos feligreses oran y no está permitido sacar fotografías. Me parece muy bien.
Comienza la busqueda de almuerzo. Encontramos el más barato imaginable. Pescado frito con ensaladas, arroz y papas fritas para mí. Silvia escoge Papas mayo en lugar de las fritas.
Nuevamente a contratar tour. Esta vez a Valle de la Luna y Valle de la Muerte.
A las 4 de la tarde estamos en una van que nos llevará a nuestros destinos. 7 Chilenos, 2 alemanas y 2 holandeses. El tour es en español. Las alemanas hablan perfecto nuestro idioma. Los holandeses están colgadísimos.
Visitamos el mirador del Coyote, que tiene vista al valle ídem. Luego nos internamos en un treking a través del Valle de la Muerte. 45 minutos bajo un sol indolente que por tanto tiempo ha visto las transformaciones de este valle sin vida a causa de la erosión. Algunos hacen Sandboard. Pienso que debí haberlo pensado antes y aventurarme con una tabla.
El sendero se hace estrecho y comenzamos a internarnos entre cerros que se elevan deformes sobre nuestras cabezas.
El guía nos espera al final del trayecto. Nos lleva a pagar la entrada al Valle de la Luna, lugar donde hay un «museo» que da verguenza por lo poco de museo que tiene y por la mala info que prestan, errores ortográficos incluidos.
Salimos del bodrio y nos adentramos, por fin, en el valle. Efectivamente es hermoso el paisaje con formaciones rocosas muy sugerentes. Llegamos a un lugar muy parecido a los cañones de los western en donde se puede apreciar la Gran Duna y el anfiteatro. (Me imagino es anfiteatro con Pink Floyd tocando). Continuamos y llegamos a una formación llamada las 3 marías, de las cuales quedan dos porque a un turista se le ocurrió que tenía que tomarse una foto abrazado a una y la derribó. 17 mil dolares y una PLR le costaron la gracia.
Una pequeña mina de sal petrificada, unas ruinas de un supuesto campamento y el desierto.
Nuestro guía nos lleva a finalizar el tour con la puesta de sol en un mirador que está camino a Calama y es menos turístico que la Gran Duna, el lugar donde todo el mundo ve el ocaso.
Como podrán imáginar, la posición era igual de turística que la Gran Duna, pero le quedaba más cómoda al chofer para el regreso al pueblo. En Fin, este es el último hito de nuestra aventura que nos llevó a recorrer tantos lugares y conocer tantas cosas nuevas. Lo que queda es un viaje de 25 horas a través de todo el norte para llegar a nuestro hogar (Rancagua).
-
¡Búscalo!
-
Entradas Recientes
-
Enlaces